viernes, 20 de agosto de 2010

LA LITERATURA INFANTIL

Al escuchar o leer el término Literatura Infantil, es indudable que los primeros recuerdos que se vienen a la mente son títulos como Caperucita Roja, Pinocho, la Cenicienta, la Bella durmiente, Alicia en el País de las maravillas, entre otros. Se asocia de forma casi general e inmediata a Disney, y a todos los productos que giran entorno a las películas de dibujos Sin embargo, la esencia verdadera de lo que significa radica en la preferencia que niños y jóvenes han tenido sobre unos textos que en su origen no fueron escrito ni para ellos ni pensando en ellos. Así como, hoy día parece impensable no aceptar que es una rama más de la literatura, en los orígenes de la humanidad no era así, recuérdese que tanto niños como mujeres no tenían permitido aprender a leer y escribir, era una actividad de hombres pero tampoco de todos los hombres, algunos clérigos y personajes influyentes de la aristocracia tenían acceso a este privilegio. Con el paso de los años y la evolución de las sociedades y la invención de la imprenta, se masificó la lectura y los niños descubren libros como Los viajes de Gulliver, de Swift; que fue concebido para denunciar las desigualdades sociales y esbozar a través de la sátira la vanidad y los abusos del poder político. Sin embargo los niños encontraron todo un mundo fantástico que les atrapó e hicieron suya aquella obra, pasando a la posteridad como uno de los clásicos de la Literatura Infantil, el mismo fenómeno se repitió con otras obras, lo que hace que está literatura sea definida por el público que la lee.

Pero antes del surgimiento de la literatura escrita, ésta ya existía en boca de los narradores que generación tras generación compartían el imaginario colectivo de sus pueblos, costumbres y culturas a través de sus historias. Expone Lluchh (2006) que de la tradición oral, de los cuentos que conforman parte del repertorio folklórico de los pueblos.

Esas historias que sin censura trascienden su época, no sólo para formar parte del imaginario de los pueblos sino como la forma de orientar el buen proceder, sobre todo de las jovencitas. En las historias de tradición oral se deja ver la cultura popular la cual según Llopart (1958:9) citado por Lluch (Ob.cit) se puede percibir desde diferentes enfoques, por lo general dicotómico: pasado/ presente, tradicional/moderno, antes/ahora, rural/urbano, campo/ciudad; a los que se pueden incorporar nacional/extranjero,colonizado/colonizador, burguesía/ proletariado.

Por su parte Amos (1967) citado por Lluch (ob.cit) establece que cada producción folclórica será única y se situará en un contexto irrepetible (receptor-emisor-canal-código), es justamente la riqueza de un mismo “cuento”, narrado por diferentes momentos (históricos) para diferentes receptores, lo que le confiere el poder a la palabra.

En esta diferencia de contexto comunicativo es que se sustenta la narración oral, una misma historia en ele mismo narrador será distinta cada vez que se cuente porque va a estar influenciada por el contexto: audiencia y su participación, estado anímico del narrador, ambiente en el que se cuenta.

Por ende todos los elementos paratextuales (gestos, movimientos, matices de voz, miradas, tonos de voz y acercamiento al público) le harán diferente Claro está que se mantienen los elementos básicos, el esquema central del cuento, de la historia (personajes, acciones principales), en palabras de Luch actante y personajes. Siguiendo el esquema de Propop se pueden fijar unas u otras acciones, unos actantes y algunos personajes, no se requiere que concurran todos en una misma narración.

Este esquema es simplificado por Adams (1992,1999) quien propone cinco secuencias esenciales cada una con una función discursiva específica que no sólo se puede emplear para analizar un cuento sino para adaptarlo para ser contado, ya que en la actualidad se suele hacer a la inversa que en los orígenes de la literatura, es decir, se va del texto a la narración y antes se iba de la narración al texto.
En sus inicios y en su génesis se partió de la oralidad, todos estos elementos (matices, pausas, silencios, movimientos) fueron trasladados al texto escrito, grandes maestro en el arte de compilación, por decirlo de laguna forma, traducción, de lo oral a lo escrito, se conocen a Perrault y a los Tanto Perrault como los hermanos Grima recogieron el folklor de sus pueblos y a pesar de existir diferencias entre sus versiones, se encuentran en los Grima y en Perrault títulos como la Cenicienta, la bella durmiente, Caperucita Roja; los primeros adaptaron sus textos eliminando gran parte de la carga sexual y el segundo los estilizó para adaprtarlos del proletariado a un gusto burgues acentuando el énfasis el aspecto moralizante.

Quien lea hoy las versiones de estos grandes compiladores no podrían percibirlos como aptos para niños ya que todos, o la gran mayoría, han sido fijados en la memoria con el tono pastel que les ha impregnado Walt Disney. Walt Disney retoma estos cuentos que ya están en la mente y corazones de muchas generaciones y les realiza una adaptación, no sólo el esquema Propp sino que además elimina todo rastro de sexualidad y violencia y por otro a través de la estética de sus dibujos refuerza opuestos como bien/mal, así por ejemplo las hermanastras de Cenicienta a quienes Perrault describe tan bellas como ella, son presentadas por Disney por unos dibujkos desproporcionados y desagradables a la vista.

Otro ejemplo de transformación y depuración de la versión “original” registrada de la oralidad a la escritura es “Caperucita Roja”, Colomer (2006) realiza un viaje por su evolución desde la versión en que ella se desnuda ante el lobo y entra en la cama con el hasta la fijada por la mayoría en la que es rescatada por un leñador y el lobo es rellenado por piedras, obviando la carga sexual y la muerte de la abuela y de la niña. Colomer (2006) además esboza los diferentes análisis a través de los cuales se ha estudiado el cuento (psicoanálisis, feminismo), en la más de cien versiones que de ella se han publicado.

Por lo que se puede concluir que la Literatura Infantil y juvenil, no sólo es aquella que se define por su lector sino que son éstos los que han de definir las características que deben reunir los textos para ser apreciado, la mayoría de ellas las que se empelan en la narración oral (pautas rítmicas equilibradas, fórmulas conocidas, entre otras) independientemente de que la intención original del autor no haya sido escribir para este público.